jueves, octubre 25, 2007

Sobre el aborto y patrones conductuales riesgosos

Cada año 410 mil mujeres se someten en el Perú a la práctica del aborto clandestino, y de ellas 60 mil mueren (para datos ligeramente diferentes, ver aquí). A ver, haciendo números, y suponiendo que en los últimos 15 años el número de abortos promedio ha sido de 250 mil, desde 1991 a la fecha deben haberse producido 3 millones 750 mil abortos en Perú. Si asumimos que sólo se produce un aborto por mujer, entonces tenemos 3 millones 750 mil mujeres que han abortado. Y como la población femenina es de 14 millones, en el Perú se han practicado un aborto un 26% de todas las mujeres. Si tomamos en consideración sólo a las mujeres mayores de 14 años (las que se consideran sexualmente activas), que son más o menos unas 7 millones de mujeres, en el Perú ha abortado el 53% de las mujeres en edad reproductiva. Una de cada dos mujeres, y lo ha tenido que hacer clandestinamente, debido a la continuidad de normas que les impiden acceder a servicios estatales seguros e higiénicos. Aquí se indica que la prevalencia el aborto es de sólo un 5.6%, pero el cálculo se hace sobre el año, y no sobre el acumulado de mujeres que se habrían practicado un aborto. El real impacto del aborto no lo podemos ver en un cálculo anual sino sobre el acumulado. Por otro lado, si asumimos que en los últimos 15 años han muerto un promedio de 40 mil mujeres como consecuencia de la realización de abortos clandestinos, estamos hablando que han muerto en el Perú 600 mil mujeres debido a que no pudieron abortar en condiciones higiénicas. ¿Cuál vida es la que se defiende al ilegalizar el aborto? Podemos hacernos la pregunta sobre quiénes abortan. No poseo evidencia estadística, pero la circunstancial que encuentro me da una idea aproximada. Conversaciones con médicos en provincias que han atendido a mujeres por complicaciones de abortos clandestinos, me indican que la mayoría de las que se someten a dichos abortos clandestinos son mujeres multíparas y pobres, para las cuales un nuevo hijo implica la desnutrición o la muerte de los críos vivos. Su dilema no es entre la futura vida del feto o el aborto, sino entre el aborto y que varios de sus hijos vivos mueran de desnutrición (las ya escasas raciones tendrían que reducirse aún más para atender al nuevo crío). Dichos médicos me indican además que las mujeres pobres suelen recurrir al aborto no una, sino varias veces. Para los blogueros de sectores medios o altos es una realidad distante, pero es la cotidiana de las mujeres de los asentamientos humanos, zonas rurales y pueblos provincianos. Esto nos indica que detrás del tema del aborto clandestino hay un problema de qué métodos anticonceptivos están utilizando las mujeres peruanas. De hecho, para muchas el aborto constituye “el” método anticonceptivo. ¿Porqué? Aquí tampoco conozco estudios sino poseo evidencia circunstancial: en conversaciones con personal de salud en provincias, durante los viajes realizados, me cuentan que el problema de los embarazos no deseados no tiene que ver con desinformación, pues las promotoras de salud van donde las señoras y las capacitan constantemente (dicho sea de paso, aquí mi reconocimiento a señoras que caminan punas o recorren días por ríos para llegar a su población objetivo: la sociedad ni el Estado les reconoce debidamente su trabajo). Admiten que hay un problema de abastecimiento de métodos anticonceptivos (en algunos lugares desabastecimiento esporádicos y en otros con carácter más permanente), pero consideran que ese no es el problema. La hipótesis de estas trabajadoras del sector salud, es que las mujeres conocen de métodos anticonceptivos, e inclusos tiene acceso a ellos, pero muchas no los utilizan. De nuevo la pregunta es porqué si muchas mujeres en nuestro país conocen de los métodos anticonceptivos y tienen acceso, e incluso desean utilizarlos, finalmente no los utilizan. La respuesta que he encontrado, es que los maridos no desean que sus mujeres utilicen anticonceptivos, e incluso les impiden utilizarlos. Y las explicaciones de esa conducta van desde el temor a que les sean infieles (un temor muy fuerte en zonas rurales, según he podido notar), hasta la machista concepción que el hombre no debe cuidarse y debe tener los hijos que la suerte o “dios” quiere le vengan (lo he escuchado a conocidos del barrio, en Magdalena). Otra información que nos lleva por ese lado: mi compañera ha entrevistado recientemente a miembros de la asociación de trabajadoras sexuales “Miluska vida y dignidad”, y ellas le cuentan que se ha incrementado en los últimos años el número de clientes que solicitan tener relaciones sexuales sin preservativo. Afirman que les es muy difícil a muchas trabajadoras sexuales negarse a dicho pedido debido a que ello implica la pérdida del cliente, y que cada vez más trabajadoras sexuales acceden a tener relaciones sin protección. Estamos frente a un problema cultural, de desinterés y despreocupación por la salud y la vida del otro (y de uno mismo), que empuja a muchos varones a exigir a sus parejas sexuales a tener sexo sin protección. Son conductas de riesgo que nos enfrentan no sólo a altísimas tasas de embarazos no deseados (con todo lo que significa para el país el nacimiento de miles de niños que no van a recibir ningún tipo de atención, amor ni apoyo, y que van a terminar en las calles), y a altas tasas de aborto, sino que nos ponen como sociedad ante el abismo africano de las epidemias de infecciones por transmisión sexual (entre ellas del VIH, pero no sólo de él). Ante tamaño panorama, sólo me queda poner en agenda el tema, y esperar que el conservadurismo hipócrita de nuestras élites no impida a las mujeres acceder al aborto en condiciones seguras; ni tampoco bloquee las campañas de educación y salud públicas necesarias para cambiar los suicidas patrones de conducta sexual existentes. PD. Sería interesante que los amigos economistas realicen algún estudio acerca del tema de la prevalencia del aborto en nuestra sociedad, y pongan cifras exactas a mis modestas suposiciones. Desde hace quince años y cada año leo notas sobre el número de abortos, veo que se incrementan, pero nadie señala el real impacto de ese fenómeno en nuestra sociedad. Estoy seguro un estudio más fino indicará que son menos de la mitad de las mujeres las que abortan, pues muchas lo hacen repetidas veces. Pero aún así, las cifras seguro no invalidarán los argumentos expuesto líneas arriba.